domingo, 6 de noviembre de 2011

Ese ruidito.

Y que cenemos juntos, veamos la tele y que cuando ya no podamos más, vallamos a dormir. Que pongamos el despertador porque se tiene que ir y que el único que se despierte sea él. Que yo siga como una marmota y que a la mañana siguiente me acuerde de que me dijo " ya dormiste mi amor?" y yo asentarle con la cabeza porque estaba muriéndome. Me gusta que sin darme cuenta me halla mirado varias horas seguidas y que se le pusiera esa cara. Me gusta que me diga que hago y como duermo. Me gusta decírselo también a él.
Desvelarme a las 7 de la mañana, mirar a su lado de la cama y ver que no está. Levantarme con los ojos rallados y pensar "tiene que estar aquí". Que no esté. Que se me vuelvan a rallar los ojos y que definitivamente me salga una  lagrima porque no le veo ahí, a mi lado. Lavarme la cara y después de ahí irme a la cama, pero no a mi lado, si no al de él, que es donde está su olor.

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